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PERROS, CABEZAS Y CONEJOS
(A propósito de “Cabeza de perro con orejas de conejo” de Juan Trigos)
Se introdujo furtivamente en mi hogar y extrajo amor de la fuente. Mi amargura floreció gracias a la otra mujer feliz. Sembró hiel en tierra de nadie. En desierto quedé atorada dentro del reloj conejo.
Marxela_cabezaFue en septiembre del año pasado cuando tiré el diccionario por la ventana. Y ayer, en este mes de marzo, sentí unas terribles ganas de volverlo a tirar, aunque antes debería comprarme uno nuevo. La razón de la primera vez fue que asistí a El vampiro y la señora Garrafón. Esta segunda porque fui público de Cabeza de perro con orejas de conejo. No le parecerá lógico al lector que se tiren diccionarios después de acudir al teatro. Claro que, cuando el lector piensa en teatro, todavía no piensa en Hemoficción, donde orinar y fornicar pueden ser sinónimos sin problema alguno, o los conejos ladrar y los perros conejear con sus largas orejas. Los muertos tienden a ser lo único que se queda como está, sordos y ciegos -“sólo los vivos lloramos”, nos dice Marxela desde el escenario-. Y son estas relaciones semánticas, incluso mortuorias, las que no venían en mi diccionario, sintiendo yo cómo se ha quedado viejo y desactualizado. Es lo que tiene lo viejo, que envejece.
Una vez más, mi licorcillo de hierbas me acompañaba, reposado sobre la mesa. Enfrente, Marxela iniciaba el arduo y elaborado monólogo vestida de una terrible inocencia infantil, versión aterradora de la cándida Alicia y su maravilloso país de conejos con prisa. Aquí no hay niña, acaso más crecidita, ni maravillas, acaso pesadillas, pese a que nuestra Alicia sí crea estar entre fantasías. Los relojes dan el tiempo a campanazos eclesiales que llaman a muerto; el conejo, la cabeza de un perro de largas orejas. Ya dije al lector en otra ocasión que no me pidiera explicar los títulos, que no soy filólogo, y menos con esta obra. La tragicomedia, o, mejor dicho, la comitragedia, para distinguirlo de lo clásico, es la de una mujer que explota, que acuchilla, que mata, con sus razones, aunque bien pudieran ser otras. Una mujer “encerrada consigo misma” y que “vigila las manecillas del reloj”. Cuando conocemos las razones, esbozamos sonrisas, y al ver que aquéllas trajeron el lodo del crimen, descendemos las comisuras hacia la gravedad. Un sube y baja de montaña rusa en la boca que, lentamente va provocando desazón y desasimiento. Al reflejarse en el espejo el mundo psicológico interior quebrado de Alicia, una Alicia que no se siente deseada, que se ve engañada, que queda en soledad, se puede llegar a remover algo de compasión en las entrañas, llega a “provocar sensación de lástima”. Pero en el momento en que las cuchilladas tintan en rojo la escena y el rostro de Marxela, uno piensa: casi mejor no acercarse a ese abismo de locura, a esa “presencia de mujer sola, mujer en presencia de odio”.
Cartel_Hemoficcion
Resulta fantasmal, aterrador, inconcebible y, sin embargo,…. bien pensado… ¡tan real! Somos un manojo de instintos e impulsos, de reacciones, en el momento en que, atorados, sale eso que llamamos “lo peor de nosotros mismos” –no sé quién dijo que fuera “lo peor”; quién sabe si no es “lo mejor” que hay y simplemente, no nos gusta-, una rabia en erupción volcánica que Marxela ejecuta ante nosotros con perfección grecolatina en torno de una sola silla. Se retiene la tensión en la fuerza de un brazo que retrocede preparando la descarga sobre la cabeza de perro en rápidos y furiosos movimientos, instante en que se libera el interior en forma de puño cerrado o cuchillada. Tensión sexual, erótica que desemboca en muerte -ya volvemos a tener a Eros y Thanatós juntos y de la mano-. Un intercambio de ausencias y presencias, un juego de luces y sombras de lo humano.
¿Recuerda el lector a aquel otro yo que tras la señora Garrafón quiso entender qué fuera la Hemoficción? Me lo cruce hoy, en la mañana, y le comenté la representación de anoche. Le hablé de Alicia, de perros, de conejos, o, mejor dicho, de ¾ de perro y ¼ de conejo, de una infidelidad, de una señora gorda y fea, de peines perdidos por el suelo, de muertos aquí y allá, de frustraciones y angustias… esta vez, ese otro yo que quiso entender sin antes saber si había algo que entender, hizo una mueca y me dijo: así que existen perros con orejas de conejos ¿eh? Y yo le respondí que sí, que vi uno la noche pasada. ¿Y conejos que ladran también o relojes-conejo? Y volví a responder afirmativamente, pues mis ojos lo vieron, y aunque según Descartes estos me engañen, yo sé que me engañan bien -que es lo que queremos decir cuando sugerimos aquello del “sé lo que vi”-. Frunció el ceño, pensativo, imagino que tratando de pensar un ser de tales cualidades. Por fin, me dijo, extraño mundo el de la Hemoficción, a lo que hube de responder: extraño el suyo, en la Hemoficción uno se siente como en casa. De nuevo, me quito el cráneo a lo Valle-Inclán, y quedo con mis sesos a flor de piel buscándole una salida al manicomio diario.
Héctor Martínez



Saturday, April 9, 2011

ENTREVISTA CON LORENZO MIJARES, TEATRO DE HEMOFICCIóN

 en General




Lorenzo Mijaresdramaturgo, director, actor, promotor cultural y artístico, dirige actualmente la Compañía de Teatro de Hemoficción con sede en Barcelona, representando las obras vanguardistas del género de la Hemoficción del escritor Juan Trigos en España y Europa a través de los Festivales de Teatro de Hemoficción, que se encuentran en su IV Edición.
Ha recibido numerosos premios entre los que se cuenta el Trofeo Eugene Ionesco en la II Edición de los Premios Niram Art celebrada en Madrid en 2010.

por Héctor Martínez Sanz

Madrid en Marco: Querido Lorenzo, te agradecemos infinitamente tu atención para nuestra Revista. La última vez que te vimos, a comienzos de diciembre, recibías el “Premio a la Celebridad España 2010” aquí en Madrid. Celebridad de España siendo de México es un poco extraño. ¿Lo ves como un reconocimiento español a todo tu esfuerzo puesto en este país?
 Lorenzo Mijares: Sin duda lo es. El premio me lo otorgan aquí por mi labor en España. También debo decir que para una comunidad como la rumana, en España es fácil valorar el esfuerzo que supone para un extranjero conseguir logros importantes fuera de su país. Esto, un inmigrante lo sabe, y por esta razón yo lo he recibido como un doble reconocimiento a mi trabajo. Estoy doblemente agradecido.

MM: Precisamente, muchas veces te hemos oído decir en las funciones que la Hemoficción es un regalo que traéis de México para España y la humanidad. ¿Corresponde la acogida del público al regalo?
 LM: Nunca agradeceremos bastante a Beethoven por sus sinfonías ni a Dostoyevski porLos Hermanos Karamásov y siempre nos quedaremos cortos con Shakespeare ante eldescomunal regalo que nos hizo solo con Hamlet. Pero lo que sí te puedo asegurar es que el impacto de la Hemoficción siempre es brutal.
 MM: Ahora mismo la Compañía de Hemoficción tiene su residencia en Barcelona y pasa también varias temporadas en Madrid. El III Festival de Teatro de Hemoficción recorrió España y Europa, por Turín, Roma. Como teatro de vanguardia tiene una proyección espectacular, más que un teatro convencional. ¿A qué lo achacas?
 LM: Yo lo atribuyo a la universalidad del arte. La Hemoficción es profundamente Mexicana pero al mismo tiempo es universal y atemporal, no conoce fronteras. Este año hemos ido a Nueva York con enorme éxito. Estaremos en Ravensburg, Alemania, iremos a Bucarest.....¡y será apenas el IV Festival!
 MM: No voy a pedirte que nos des una definición de Hemoficción, pero sí que nos hables sobre uno de sus principios fundamentales: “el crimen es un modo de purificación, forma de aligerar el peso de la culpa y una forma de alcanzar el mayor grado de conciencia”.
 LM: No lo sé. Tú lo reconoces en tu pregunta como uno de sus principios fundamentales. Yo no lo sé. Sólo sé que los seres humanos, mirados a profundidad, somos de terror. El egoísmo, la avaricia, la codicia, la miseria, la mezquindad, la incapacidad de afecto, la envidia y el odio están más presentes de lo que nadie quiere aceptar y basta sólo un poco de seriedad para verlo sin dificultad. Lo que ocurre es que asusta admitirlo. Es muy jodido verlo y mucho más lo es cuando tiene que admitirlo uno mismo. Es más “fácil” jugar a ser generosos y bondadosos. La Hemoficción juega sin vergüenza y sin pudor con eso que somos y nos sumerge en ficciones cargadas de profundidad y de una veracidad aterradora que, gracias al creador, también están llenas de poesía y belleza.
 MM: Para Antonin Artaud: “Esta crueldad, que será sangrienta en el momento que sea necesario, pero no de manera sistemática, puede ser identificada con una especie de pureza moral severa que no teme pagar a la vida el precio que sea necesario”. No ya en tanto que actor, sino como director, ¿Cuánto de Atonin Artaud hay en la Hemoficción y cuánto hay en ti de ambos?
 LM: Yo amo a Artaud y siempre he respetado sus grandes ideas sobre el teatro y el arte. Y sé que nací para ser (hacer) Hemoficción. Espero con esto responder a tu pregunta. ¿Cuánto hay en mí de ambos? Me parece que somos un mismo espíritu, por ello Artaud fue a México a buscarnos y ya nos encontramos. Yo siempre he sabido que lo único importante es el refinamiento cultural del que habla Artaud, el crecimiento espiritual, eso nos humaniza y con esto podemos dejar algo mejor el mundo a los que vienen. Es mi única responsabilidad.

 MM: Juan Trigos es el creador del movimiento de Hemoficción. Él se purifica escribiéndolo. Tú lo diriges y lo representas. ¿Te sientes el brazo ejecutor del crimen? ¿Cómo es esa purificación en ti tras actuar?
 LM: (Risas) ¡Veo que te gusta la sangre! Yo no sé hasta que punto he digerido la Hemoficción. O debo decir, si terminaré de digerir las obras que he llevado a la escena. Sí soy el brazo ejecutor en tanto que la Hemoficción me ha exigido una congruencia cruel y despiadada, de la que habla también Artaud, pero te puedo decir que gracias a esa crueldad es que he conseguido crecer como persona y como artista. Cada representación me hace acumular fuerza y certeza. El crecimiento es interno. En este sentido sí soy brazo ejecutor.Yo siempre digo a mis aprendices que un actor crece sobre el escenario en la medida en que alcanza congruencia bajo el escenario. Ahí está la verdadera purificación en mi experiencia.
MM: De hecho, cuando recogías el Trofeo Eugene Ionesco en la 2ª Edición de los Premios Niram Art (junio 2010), decías: “suelo funcionar mejor en un personaje [de Hemoficción] que dentro de éste que ven ahora. Por eso me refugio en el arte”. ¿Es también Lorenzo Mijares un personaje de Hemoficción?
 LM: No. Yo soy hijo de mis progenitores y a ellos agradezco, soy hijo del medio en el que crecí, de mi país, de la cultura y educación que recibí de mis padres, de esas precisas cosas que me ocurrieron.... y en mi búsqueda incansable, entre teatro, fiestas, libros, copas, fugas, huidas y diversos revolcones, encontré el sentido de mi vida al reconocerme en la Hemoficción, “choque brutal”, pero no como un personaje sino, más bien, como unapendice motríz de esa elevadísima poesía dramática.

 MM: Es un teatro de lo grotesco, esperpéntico, cruel, donde el crimen es consecuencia y el acento recae más sobre su origen: convenciones sociales dentro de la familia, por ejemplo. No es el dolor físico, sino moral, psicológico, que causa la sociedad y que todos sufrimos. ¿Cómo es posible expresar algo tan inmaterial en un espacio escénico?
 LM: No lo sé. Por eso amo la Hemoficción desde que me inicié con Déjame que te mate para ver si te extraño. Porque Juan Trigos, con la Hemoficción, lo consigue como yo siempre lo deseé. Desde que era yo un niño siempre quise encontrar un caldero en que aflorara sólo la verdad entre tanta putrefacción, entre tanta contradicción, entre tanta hipocresía, entre tanta y tanta mierda. ¿Cómo conseguirlo? ¿Cómo decir la verdad sin sucumbir en tantas contradicciones? Yo no lo sé, pero en la Hemoficción lo he encontrado.
 MM: En un artículo describí la Hemoficción como “herejía socio-civil”. ¿Te parece ajustada la expresión?
 LM: Se queda corta, muy corta. El arte es sublime. Y siempre, cualquier definición se quedará corta. La Hemoficción está viva.
 MM: Ahora hablo como espectador. En cada representación hay una especie de magia, de velo invisible que va cayendo. El público pasa del rechazo a la curiosidad, a la risa y a la seriedad en un vaivén de emociones, hasta la identificación con lo que acontece. Es una continua provocación irrespetuosa al “respetable” –permíteme la expresión para el juego de palabras-, un golpearle sin pausa. ¿Podríamos decir que la verdadera víctima de cada representación es el público? ¿Es necesaria la catarsis en la audiencia para el éxito de la representación?
 LM: Yo anhelo que así sea. Para mí lo es. Cada representación es una aventura emocional desconocida y grandiosa. Y deseo profundamente que lo sea para quien lo comparta conmigo. Pero ¿necesaria? Para mí la representación es un éxito por el hecho mismo de hacerla. Llevar a cabo una representación de Hemoficción es un éxito. Para mí lo es, para aquéllos con quienes comparto la escena. A mí me transforma internamente, a mí me ayuda a ser mejor ser humano, me hace más pleno y eso pretendo enseñar a mis pupilos y compartirles siempre. A mí me ayuda a agradecer a la vida y compartir apasionadamente lo que más amo hacer, que es Hemoficción. Eso ya es para mí un gran regalo. Si además el público lo comparte, pues más feliz y más agradecido estoy.
 MM: ¿Se trata de catarsis individuales, colectivas o ambas?
 LM: Ambas. Maravilloso.
 MM: Una de las obras, sin duda, más aplaudidas y reverenciadas es “Contra-sujeto”… Para mí resulta paradigmática de toda la Hemoficción teatral. En tu opinión, ¿a qué crees que se debe el éxito de “Contra-Sujeto”?
 LM: Es un monólogo que te tiene mucho más que atento durante casi dos horas. Esto ya es insospechado.....es un “tur de force” y además un reto enorme para cualquier actor. Trece personajes de lo más variopintos. Supongo que ahí radica el éxito descomunal que esta obra tiene. Un actor haciendo trece personajes durante casi dos horas.
 MM: Sin embargo, la obra de Juan Trigos que te hechiza, que te produce una colisión esDéjame que te mate para ver si te extraño, en 1999… tanto como para fundar la Compañía de Teatro de Hemoficción y promover esta vanguardia en España y el mundo desde entonces… ¿Qué ocurrió en 1999?
 LM: (Risas)... pues en pocas palabras te cuento. Con Déjame que te mate para ver si te extraño supe que tendría que renunciar a todo para dedicarme profunda, profesional y seriamente al arte. Y eso. Ahhhhhhh!!!! Ser artista alrededor de una charla de café es fácil, hasta prestigio te da... pero la congruencia que pide el arte!!!!! Me ha resultado muy difícil. Escuchar sólo a mi intuición. Hacer oídos sordos a todas las voces familiares, de amigos, dejar la vida estable, la economía estable, las comodidades... en fin, lo establecido. Supe que tendría que dejar de jugar al “director consentido y favorecido que vive un poco del cuento” para comprometerme seriamente con mi trabajo. Y bueno, llevo apenas doce años de haber sufrido este choque brutal y maravilloso.

 MM: En tu “Manifiesto” afirmas algo que hoy nos resulta extraño a todos: “Debo confesar que el primer resistente a la Hemoficción fuí y he sido yo, me avergonzaba de solo pronunciar la palabra durante años, además me dolía, me incomodaba, me irritaba, me violentaba, me molestaba enormemente, me ha dolido hasta lo más profundo”. ¿Por qué?
  
LM: Porque me daba vergüenza. ¿Hemoficción yo? Me decía. Me parecía poco para mí. (Risas)… claro... para mi tonto ego inflado. Vengo de la escuela de los directores que son dramaturgos, y aunque nunca he creído en ello (sé que es vulgar y pretencioso)… lo tenía metido en el culo....¿¡Cómo YO sometido a una dramaturgia!? Y por otro lado me golpeaba el hecho de venerar (-porque en el arte, si se quiere ser alguien, hay que tener la capacidad de venerar a otro artista). Y venerar a un muerto es sencillo, pero ¡a Juan Trigos!, ¡Un vivo! Difícil. A mí me costó mucho trabajo reconocer su grandeza. Hoy me siento absolutamente privilegiado y elegido de ser el pionero de esta vanguardia cultural pero hube de doblegar a mi propia estupidez.
 MM: No obstante, ahora eres su profeta…
 LM: Humilde emisario de esta voz divina... (Risas)... y me divierto lo indecible!!!
 MM: Para terminar, recordaremos a nuestros lectores una frase que repites incesantemente junto a otras que ya hemos citado: “La Hemoficción ha llegado hasta aquí para quedarse”. Confiamos en que no solamente la Hemoficción, sino también Lorenzo Mijares venga a Madrid y se quede con nosotros. Gracias por lo que haces, Lorenzo.
 LM: Gracias a ti por darme nuevamente la oportunidad de compartir esto que amo tanto. Y seguiré diciendo: La Hemoficción es un concilio espiritual con nuestra madre patria España.





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